PREÁMBULO


Drogas y alcohol en la cultura europea


La búsqueda trascendental del hombre es el instinto más antiguo desde el paleolítico superior. 


La creencia de que todos los seres humanos y seres vivos somos portadores de un espíritu o principio vital, nace en las culturas primigenias, y será propia de toda la especie humana, pero la inmortalidad anímica post mortem parece generada a partir de las primeras culturas recolectoras-cazadoras, estrechamente vinculadas a los ciclos vitales de la Naturaleza” (Puyoles, 2002: 87).


El sapiens, consciente de sus límites naturales, siempre ha querido explorar qué hay más allá. Quizás cuando descubrió por primera vez la muerte entre sus semejantes o sufrió los efectos de la magnanimidad de la Naturaleza, comenzó a hacerse preguntas. Es entonces cuando aparece lo místico o lo sagrado; y con ello, el uso de las drogas. El empleo de sustancias psicoactivas en clave enteogénica, en rituales de iniciación o en ceremonias religiosas, es un hecho histórico incontestable del que tenemos abundantes testimonios desde las culturas neolíticas. Pero, ¿por qué razón el ser humano siente la necesidad de alterar su conciencia?. ¿Qué primitivo instinto nos empuja a cambiar nuestro estado de percepción?. 

En estas líneas nos ocuparemos de arrojar algo de luz a esos interrogantes (sin ánimo de ser dogmáticos), buscando en los almanaques de la historia, en concreto, en la civilización del Antiguo Egipto, donde existió una gran heterogeneidad de sustancias psicoactivas, empleadas con asiduidad y para diferentes fines, y que incluso acompañaron a las momias en sus enterramientos. Haremos una breve referencia a sus fuentes, a las sustancias psicoactivas más utilizadas y una reflexión final sobre qué tan ligado está el uso de las drogas a la civilización humana.




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