LAS FUENTES ESCRITAS

El papiro de Edwin Smith y su trascendencia médica y odontológica

Papiro de Ebers.

Son diversas las fuentes escritas en las que se recoge expresa mención acerca del uso de las drogas por los egipcios. Igualmente, la iconografía encontrada en tumbas y objetos funerarios enriquecen el universo farmacológico. Lo cierto es que los registros originales se fueron transmitiendo con naturalidad a las sucesivas civilizaciones que transitaron por Egipto. Especial difusión dieron los griegos en el periodo helenístico, quienes asumieron el recetario farmacológico de los egipcios para incorporarlos a sus papiros, del cual da extensa referencia la obra Textos de Magia en Papiros griegos (Calvo, J. L., & Sánchez, M. D. 1987).

Seguidamente, referiremos algunas de las fuentes más destacadas de la antigüedad y su reflejo en el mundo griego.

El Papiro de Ebers (siglo XII a.C.) constituye el registro farmacológico más antiguo sobre Egipto. Son prolijas las menciones a diferentes sustancias como el opio, la mandrágora, el cannabis e incluso el alcohol. Sin embargo, la liturgia egipcia sobre las drogas no acaba en el Papiro de Ebers, sino que existen muchas otras fuentes sobre los recursos farmacológicos de los antiguos egipcios. 

En el Papiro 5026 (Museo Estatal de Berlín) correspondiente al Egipto del periodo helenístico se documenta el uso de plantas con propiedades esotéricas, alguna de ellas para comunicarse con Apolo: “Comunícate tú mismo con el dios de esta manera: toma un gallo enteramente blanco y una piña, haz una libación de vino en su honor, úngete, y permanece suplicando hasta que la ofrenda se consuma; úngete todo el cuerpo con la siguiente mixtura: semillas de laurel, comino de Etiopía, adormidera y dedo de Hermes”*. (TRAD. J.L. Calvo Martínez y Ma D. Sánchez Romero).

También en el Papiro de Ani, perteneciente a la Dinastía XIX (1.300 a.C.), se documentan varios rituales extáticos a través del empleo de plantas como la adormidera y la mandrágora. También encontramos manifestaciones iconográficas como las del templo de Hatshepsut (Dyeser Dyeseru), de la Dinastía XVIII (1.500 a.C.), donde se representa a la divinidad de Hathor en las ceremonias de la Fiesta del Valle, donde aparece el uso de bebidas embriagantes.  

Por Herodoto (II, 60) conocemos que semejantes ceremonias con el vino eran frecuentes durante las festividades en honor a la diosa Baset en la ciudad de Bubastis. Y en la propia obra homérica de la Odisea (citada con frecuencia en diversos estudios: González Wagner, Escohotado, entre otros), en el Canto IV (219 ss), se nos narra cómo Helena le da a beber a Telémaco una droga llamada nephentes que diluye en vino: “Al manjar que delante tenían las manos lanzaban cuando Helena, nacida de Zeus, pensó en otra cosa y en el vino que estaban bebiendo les puso una droga, gran remedio de hiel y dolores y alivio de males; beberíalo cualquiera disuelto en colmada vasija y quedara por todo aquel día curado de llantos aunque en él le acaeciera perder a su padre y su madre o cayera el hermano o el hijo querido delante de sus ojos, herido de muerte por mano enemiga. La nacida de Zeus guardaba estos sabios remedios: se los dio Polidamna la esposa de Ton el de Egipto, el país donde el suelo fecundo produce más drogas cuyas mezclas sin fin son mortales las unas, las otras saludables; más todos los hombres allí son expertos en curar, porque traen de Peán su linaje” (TRAD. M. Pabón).







*La planta mencionada como “dedo de Hermes” era la conocida como Mercurialis annua, que contiene alcaloides muy tóxicos. 



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