LO MÍSTICO EN LAS DROGAS
Un «sacerdote lector» lee la fórmula de ofrendas mientras un «sacerdote sem» vierte de aceite y pasa incienso por los sarcófagos de Userhat
El empleo de sustancias enteogénicas en ceremonias religiosas, según han apuntado algunos autores (González Wagner, 1984) obedecería, en un principio, a una cuestión puramente práctica. Inicialmente, el estado de trance que se requería para los actos mágicos o místicos se obtenía a través de danzas extáticas, para las que había que emplear gran cantidad de energía y esfuerzo. La droga se introduce entonces como un elemento acelerador de este proceso y, es luego, cuando se comprueba su poder psicodélico, cuando se generaliza su uso en los ritos religiosos. Una vez alcanzada esta universalidad, nace a continuación, con el paso de las generaciones, una tendencia biológica a emplear las sustancias psicoactivas para garantizar la satisfacción extática y el desbordamiento emocional y psíquico.
Las ceremonias religiosas primitivas comenzaron a funcionar por tanto como un espacio donde el cuerpo puede desligarse del espíritu (a causa del efecto desinhibidor de ciertas drogas; lo que se ha denominado el “éxtasis de la liberación”), donde quienes participan del rito pueden desarrollar una conciencia autoreflexiva. Todo ello, termina germinando en una práctica cultural. Es decir, en el momento en que este uso místico de las drogas se institucionaliza, entonces, forma parte de la cultura de ese pueblo, y resulta imposible evitar su reproducción e incluso su exportación y sincretismo con otras culturas.
Nos preguntábamos al comienzo de este blog, en el preámbulo, qué impulsa al ser humano a alterar su conciencia, y es precisamente la percepción de sus límites naturales. El hombre es consciente desde la antigüedad de que sus capacidades psíquicas son limitadas y tiene, además, la necesidad de proyectar su yo a un tiempo y espacio futurible. Por esa razón, durante las ceremonias religiosas, cuando lo que se pretende es la conexión con una entidad o ser superior (ininteligible para nosotros), necesitamos transmutar hacia un estadio sin ataduras ni límites, donde tiene lugar precisamente un desbordamiento de nuestra psique. Algunos dirán que el estado extático es una manera de evolucionar como especie, pues durante las visiones místicas el ser humano ha confiado su porvenir, y ha guiado sus anhelos precisamente hacia aquello que le ha sido revelado misteriosamente. En todo caso, sin entrar en ese debate, lo cierto es que la unión entre la civilización y las drogas es ancestral, y ya no solo por las propiedades terapéuticas del pharmakos (levemente mencionadas en este blog), sino por el carácter intrínsecamente cultural que tienen las drogas, y del que hemos dado debida cuenta poniendo como ejemplo la civilización del antiguo Egipto.
Bibliografía.
Calvo, J. L., & Sánchez, M. D. (1987). Textos de magia en papiros griegos. Gredos, Madrid.
Cienfuegos, M. C., & Ojeda, V. (2011). Vinculaciones mítico-simbólicas de Hathor en Dyeser Dyeseru. In XIII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Catamarca.
Escohotado, A. (2002). Historia general de las drogas. Espasa.
González Wagner, C. (1984). Psicoactivos, misticismo y religión en el mundo antiguo.
Hernando, I. G. (2017). EL FRUTO DEL DESEO: CONNOTACIONES SEXUALES DE LA MANDRÁGORA. Revista Digital de Iconografía Medieval, 9(17), 61-79.
Puyoles, C. R. O. (2002). La muerte como rito tanscendental: los rituales funerarios del epipaleolítico-mesolítico y su probable influencia en el mundo megalítico. Quaderns de prehistòria i arqueologia de Castelló, (23), 85-106.
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Wagner, C. G.LA FARMACOLOGIA NEUROTÓXICA EN EL ANTIGUO EGIPTO.
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